Una macroencuesta, promovida desde el Foro Económico Mundial, ha preguntado a más de 31.000
jóvenes de 186 países en 14 lenguas qué opinan sobre los retos
mundiales y los problemas que les afectan. Para leerla es necesario
dejar de lado el prejuicio y la habitual mirada negativa que todas las
generaciones suelen dispensar a los jóvenes: un grupo con menos
compromiso, más egoísmo, más indolencia… independientemente de si se
refieren a los milenials, la generación X o la Z. ¿Cuánto habrá en esos
pensamientos de nostalgia adulta del pasado o de envidia de ese estadio
vital que no volverá? Ya decía Dalí que la mayor desgracia de la
juventud actual es ya no pertenecer a ella.
Los resultados de la encuesta son muy interesantes
desde el punto de vista de la lucha contra la desigualdad. Por un lado,
la desigualdad ocupa la tercera posición respecto a las preocupaciones
globales de los jóvenes, por detrás de cambio climático y paz y por
delante de la pobreza. La desigualdad pasa a segundo lugar cuando se les
pregunta por los problemas de su país y en este caso queda por detrás
de corrupción. Las causas de la desigualdad que identifican son
curiosas: la primera que citan es la corrupción. Quizás esto tenga
relación con la confianza que muestran los jóvenes en la encuesta en que
los individuos pueden arreglar los problemas del mundo, por encima de
los gobiernos y muy lejos de las oenegés. Solo con transparencia,
eficiencia y eficacia se podrá recuperar la confianza en las
instituciones públicas y las organizaciones de la sociedad civil.
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