Por Rafael Feito, catedrático de sociología en la Facultad de
Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. El pasado martes
Save the Children publicó el informe Iluminando el futuro. Invertir en
educación es invertir en infancia.
Que a los niños y niñas de menor estatus socioeconómico y
cultural les va a peor en la escuela que a sus compañeros más afortunados
socialmente es cosa más que sabida. El valioso y oportuno informe Iluminando el
futuro. Invertir en educación es luchar contra la pobreza infantil que acaba de
elaborar Save the Children es una contundente prueba empírica de que la
política educativa de la austeridad nos condena a un presente y a un futuro
marcados por desigualdades cada vez más injustas.
Los datos sobre abandono escolar temprano son simplemente
escandalosos. No se trata solo de que a los quince años tan solo poco más del
60% del alumnado esté en cuarto curso de la ESO –el que corresponde a su edad-,
sino de que el que pertenece a los grupos menos afortunados tiene muchas más
probabilidades que la media de estar en esta situación.
El informe aporta una novedad muy importante: la desigual
distribución del capital cultural. Partiendo de los microdatos de la Encuesta
de Presupuestos Familiares del Instituto Nacional de Estadística se puede
detectar el porcentaje de familias que han gastado al menos un euro al año en
museos, exposiciones o teatros (gravado este último con un IVA disuasorio). Los
datos son como para echarse a temblar. Solo un tercio de los niños de entre
diez y quince años ha visitado algún museo y la mitad no ha ido ni a una
exposición ni al teatro. La cosa se agrava si hacemos la comparativa por
comunidades autónomas: solo realiza estas actividades uno de cada cinco niños
en la Comunidad Valenciana o Murcia frente a casi la mitad de los escolares de
la Comunidad de Madrid. Al igual que ocurre con el PISA, se aporta el dato del
número de libros en hogar: más del 40% de los niños de Canarias y de Murcia
vive en hogares con menos de 50 libros frente a un 20% de niños de Navarra,
Asturias o Madrid que cuentan con tan escasa dotación.
Algo similar ocurre con la práctica del deporte. El 37% de
los menores de entre seis y dieciocho años no realiza ninguna actividad física
o deportiva a la semana, porcentaje que casi coincide con el de niños y niñas
de entre seis y nueve años que padece sobrepeso. El informe añade datos como el
de las horas de consumo de televisión, actividad cuya pasividad agrava el
problema. Iluminando el futuro elabora un índice de equidad educativa a partir
de dos bloques de elementos. El primero se refiere a la calidad de acceso a la
educación e incluye aspectos como la tasa de escolaridad de 0-2 años, el tiempo
de permanencia en la escuela –medido a partir de si la jornada es partida o
continua-, la existencia de comedor, etc. El segundo analiza la participación
en actividades culturales y de ocio (asistencia a museos, horas de consumo
televisivo, libros en el hogar, etc.). De nuevo, las diferencias entre las
comunidades autónomas más pobres y más ricas son escandalosas.
Los datos –aireados por tantas organizaciones humanitarias-
son contundentes. A modo de ejemplo, el informe destaca que “entre los cursos
2009–2010 (1.676.466 beneficiarios) y 2012–2013 (1.085.905 beneficiarios) se ha
producido una disminución de los beneficiarios de becas y ayudas al estudio en
más de 500.000 personas, siendo especialmente intensa esta reducción en las
ayudas al estudio desde el curso 2011–2012”. La pregunta que se hace Save the
Children es muy clara: “¿De qué sirve que un niño disponga de un aula y un
profesor si no cuenta con libros, material escolar la posibilidad de una
alimentación adecuada?”
Termino indicando que la razón que llevó a los autores del
informe a contactar conmigo fue la cuestión de si la jornada escolar continua
–de nueve de la mañana a dos de la tarde- podría acrecentar las desigualdades
sociales. Como se indica en el texto, carecemos de una investigación que
permita conocer cuántos comedores y actividades extraescolares desaparecen como
consecuencia del paso de la jornada partida a la continua. Desconocemos algo
tan elemental, como si varía el rendimiento escolar o cambia el tipo de público
que acude a las escuelas con jornada continua. Muy posiblemente, la complicidad
de las administraciones educativas con el cerril corporativismo del profesorado
en esta cuestión ha impedido que podamos saber algo tan elemental antes de
cambiar la jornada de los centros de primaria (prácticamente todos estatales)
en casi toda España.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2015/03/27/3500_millones/1427436000_142743.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario